El olor a café, aromático y fuerte, llegaba atraves de mi ventana; lo imaginaba sentado en su escritorio, frente a su computadora; sonriendo y releyendo sus escritos, atreves de sus anteojos, con esa mirada verde, felina, hipnótica, bajo las cejas tan varoniles, pobladas y delineadas a la perfección. Imaginaba sus labios finos, con una mueca de ironía masculina y tan sensuales, que se me antojaba besarlos y soñar con ellos, hasta el éxtasis. Me perdía en mis pensamientos, imaginando a ese hombre que vivía debajo de mi apartamento.
Cada mañana era lo mismo, cuando llegaba hasta mis sentidos el aroma exquisito de café recién hecho, le imaginaba degustando cada sorbo y con el mayor de los placeres, aspirar el aroma de un cigarrillo recién encendido, despertando la locura de mis instintos dormidos, llevándome a imaginar y soñar, con ese misterioso hombre; con el que me he cruzado, solo dos veces en mi vida. De él, no sabia casi nada, que era escritor y un ser totalmente introvertido.
Introvertido ¡si! ¿ Cuándo lo había visto pasear o salir por vivieres? No lo recordaba, es más, no sabia si vivía a base de café. La música que se escuchaba salir de su apartamento era igual de hipnótica que él, suave y tan deliciosa que hacia que afinaran mas mis sentidos envolviéndome completamente, no sabia si estaba loca, pero ese hombre me estaba trastornando,hasta la obsesión. Había noches que desvelada, con el cuerpo sudoroso, despertaban mis sentidos, erizando mi piel, sedienta de sus caricias, de sus manos. Las sábanas se adherían a mi cuerpo, transpiraba pasión y deseos incontenibles, ya no tenia paz.
Marco, se paseaba por todo el salón de su lujoso piso, sus pasos resonaban bajo la duela fina, importada de países lejanos, la suave luz de las lámparas de diseño exquisito, le daba un ambiente cálido, entre misterioso y romántico. Pasaba los dedos una y otra vez entre el cabello castaño e hilos blancos, que le daba un aspecto de un hombre interesante, maduro, apasionado. A sus 55 años, le sentaba muy bien la edad, aun se notaba toda la fortaleza de un cuerpo ejercitado, de músculos firmes, piernas largas y fuertes, sus pasos seguros, semejaban a un felino, cautivo y seguro. Esa madrugada daba más vueltas que de costumbre por el salón, no le ayudaba ni escribir y perderse en el mágico mundo de sus escritos, creando maravillosas novelas, las cuales le habían dado, toda la satisfacción y fama. Sus pensamientos, volaban de nuevo al pasado, llevándolo una y otra vez a la escena del día en que perdió a la mujer que amaba. Sus ojos se oscurecían, por el dolor que le causaba ese viaje al ayer, a ese accidente fatal. De pronto, unos ruidos provenientes del piso de arriba, alertaron sus sentidos y lo trajeron al presente, tomando consciencia de su entorno y lo mas raro, de que la chica que vivía en ese piso le atraía como un imán. ¿Quién era ? ¿Por qué esos ojos le habían inquietado desde la primera vez que se vieron de frente, en el elevador del edificio a donde vivían? Imposible fijarse en ella, podría ser su padre, casi le doblaba la edad y él ya era abuelo de dos traviesos y hermosos chiquillos. A su mente vinieron los recuerdos de Daniela y Enrique sus nietos, que vivían con su Madre en Alemania. Esa chica es de la edad de Marietta!! Pensó. Pero desde que la había visto no podía quitar de su mente las curvas de su cuerpo, la manera en que su vestido negro se ajustaba, ese cabello castaño a la altura de los hombros y sobre todo el olor de su perfume. Había pensado en como abordarla, como entablar conversación, pero se sentía absurdo, tonto; sonrió irónicamente pensando en la cantidad de mujeres que se le acercaban, algunas con claras intensiones de llevarlo a la cama, pero aquello era diferente. Era como respirar aire puro y fresco.
Esa mañana, estaba apurado por llevar el último capitulo, de la novela que estaba escribiendo; era importante llegar a tiempo y Marco, era un hombre obsesionado por la puntualidad, estaba mas que nervioso, había olvidado el lugar a donde dejó las llaves de su auto. Era un día lluvioso, exageradamente frío y el sin auto.
- No puede ser, no puede ser- pronunciaba esas palabras a voz baja.
Decidió salir y buscar un taxi, que a esa hora y con esa lluvia, sólo a un loco se le ocurriría tan ilógica idea. Iba saliendo del elevador y de pronto, un rostro femenino se le encajó en el duro pectoral. Vaya, solo faltaba que la chica se desmayara por el impacto
- ¡Qué sorpresas da la vida o cosas del destino¡?- Era ella. Sí ella, la imagen que no se apartaba de su mente y viéndola de cerca, con esos ojos, de expresión tan delicada y esa boca, de comisuras traviesas y esos labios sensuales que se extendieron en una sonrisa nerviosa y ... había algo en esa sonrisa...en esa mirada...¿ o estaba alucinando? Por fin, expresó un
-Disculpeme señorita- con su profunda voz, pausada y acentuada, mirándola a los ojos. En ese momento, le habría encantado perderse en esos zafiros brillantes, en esa boca sensual y roja. Sus cejas negras, delineadas a perfección y ese cabello azabache, enmarcaban aun más su rostro y resaltaban aun mas el azul tan hermoso de sus ojos. Ella sorprendida, por la disculpa de su interlocutor, el motivo de su inquietud;se sintió desarmada en un instante y sin atinar a nada, murmuró:
- No se preocupe, estoy bien-.
El tomó del suelo la carpeta que había caído en el momento del impacto, pero las manos le temblaban, el cerebro no le funcionaba, algo raro estaba sucediendo y ella continuaba mirándole, En un impulso, Marco le preguntó su nombre.
-¿Eh!!! Este!!! - Demonios; que me pasa ? parezco tonta!! Pensó.
- Me llamo Cristina Hernan ;mucho gusto !!
Con disimulo limpio su mano que se empezaba humedecer por causa del nerviosismo. El extendió la suya, temblorosa y en su boca se dibujo una amplia sonrisa. Crisitina que lo encontraba perfecto abrió los ojos enormemente, parecía deslumbrada con esa sonrisa que dejaba ver unos dientes perfectos. Marco trataba de concentrarse - ¡Enfocate!- se dijo. Imposible no encontrarla exquisita con esa ropa deportiva de color blanco que dibujaba su silueta.
-¿Va a hacer ejercicio con el día así como está? -preguntó
- Por qué mejor no me acepta un café?
Ella le miró, sonrió dulcemente y dijo:
- Si.
Cuando Marcos oyó aquella palabra salida de los labios de la chica que tanto había deseado, sintió un dolor enorme en el centro del pecho, apoyó la mano derecha en la pared y poco a poco, cayó al suelo. Al ver, frente a el, a aquella preciosa mujer aceptando su invitación a tomar café, fue tan grande la emoción, que su enfermo y gastado corazón no lo pudo resistir y murió allí, contemplándola.
Autoras:Mayie, Jane y Silvia
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