se olvidó de nosotros
o nosotros olvidamos
el tiempo compartido
en tormentas de risas
y amor sin amenaza.
Una noche París
amaneció en tus brazos
y a la noche siguiente
tú ya habías huido.
Quizá se nos coló la distancia
en los labios
y entró sin avisarnos
el invierno
dejándonos a ambos
con frío en la garganta.
Hoy ya no es más París
y yo apuro un café
en rebeldía
obligándome a no pensar
demasiado en tu boca
(insolente rincón
donde emerge el olvido).
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