Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario