- Cuando me coloco cabeza abajo se me presenta el mundo bajo un aspecto nuevo y más hermoso.
Esto se comentó, y los jóvenes artistas se ufanaban no poco de que el anciano maestro hubiese respaldado así sus experimentos. Apenas hablaba, y que enseñaba a sus discípulos no mediante doctrinas sino con su simple presencia y su ejemplo. Por eso sus manifestaciones llamaban mucho la atención y se difundían por todas partes.
Poco después de que aquellas palabras suyas hubiesen hecho las delicias de los innovadores y sorprendido e incluso indignado a muchos de los antiguos , se supo que había hablado otra vez. Contaban que había dicho:
- Es bueno que el hombre tenga dos piernas, porque ponerse boca abajo no favorece la salud. Además, cuando se incorpora el que estuvo cabeza abajo el mundo se le representa doblemente más hermoso que antes.
Estas palabras del maestro escandalizaron a los jóvenes antipodistas, que se sintieron traicionados o burlados y también a los mandarines.
- Tal día dice Meng Hsie tal cosa, y al día siguiente dice lo contrario - comentaban los mandarines-. Es imposible que ambas sean verdaderas. ¿Quién hace caso del anciano cuando le flaquea el entendimiento?
Algunos fueron a contarle al maestro lo que decían de él tanto los innovadores como los mandarines. Él se limitó a reír. Y como sus seguidores le demandaron una explicación, dijo:
- La realidad existe, pequeños míos, y ésa es incontrovertible. Verdades, en cambio, es decir, opiniones expresadas mediante palabras, hay muchas, y todas ellas son tan verdaderas como falsas.
Y por mucho que insistieron, los discípulos no consiguieron sacarle una palabra más.
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